Los hijos de los días
Noviembre
22
Según cuentan los memoriosos, en otros
tiempos el sol fue el dueño de la música, hasta que el viento se la robó.
Desde entonces, para consolar al sol, los
pájaros le ofrecen conciertos al principio y al fin de cada día.
Pero la música ha sido vencida. Los alados
cantores no pueden competir con los rugidos y los chillidos de los motores que
gobiernan las grandes ciudades. Ya no se escucha el canto de los
petirrojos. En vano los escasos
ruiseñores se rompen el pecho queriendo hacerse oir, y el esfuerzo por sonar
cada vez más alto arruina los trinos de los mirlos y las voces de los
benteveos.
Y ya las hembras no reconocen a sus machos.
Ellos las llaman, virtuosos tenores, irresistibles barítonos, pero en el
estrépito ellas no distinguen quién es quién, y terminan aceptando el abrigo de
alas extrañas.
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